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19 de septiembre: Mexicanos más unidos que nunca

Por: Abdi Barcelo

México amanecía como cualquier otro día, la gente se despertaba para comenzar con sus labores diarias, tanto hombres y mujeres preparaban sus cosas y partían rumbo a su trabajo, algunas madres de familia alistaban a sus hijos para llevarlos a la escuela, ya que nadie esperaba algo del otro mundo, solo era un día como cualquier otro, salvo que a las 11 de la mañana se había anunciado un macrosimulacro para conmemorar a los más de 10 mil fallecidos tras el terremoto de 8.1 grados que azotó a nuestro país un 19 de septiembre pero de 1985.

 

Pasado el simulacro, todos volvían a su rutina, aparentemente la Ciudad de México se encontraba en constante movimiento como es de costumbre, gente en el transporte público, en sus oficinas, en fábricas, centros comerciales, hasta que el rejo marcó las 13 horas con 14 minutos y 40 segundos, en ese momento la Ciudad de México volvió a sentir la misma desesperación, miedo, preocupación y pánico colectivo al darse cuenta que los edificios se movían de un lado a otro como si fuesen hojas de un árbol que el viento mueve con facilidad. Los puentes vehiculares, anuncios publicitarios, unidades habitacionales, postes de luz, no había nada que el terremoto de 7.1 grados no movieran con tanto frenesí y brutalidad.

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Los conductores de televisión intentaron mantener la calma de sus espectadores con advertencias pero era casi imposible cuando la gente presenciaba como su casa se desprendía poco a poco. No había alternativa, no había otra solución mas que salir y buscar un lugar seguro en donde el concreto no cayera a gajos aplastando lo que tuviera debajo.

 

Después de aquellos minutos casi interminables, una Ciudad en ruinas escuchaba el agonizante ruido de sus habitantes pidiendo auxilio, el llanto de miles era inconsolable al saber que no era una sino miles de personas sepultadas entre toneladas de escombros. Por desgracia, México presenció la pesadilla de 1985.

 

¿Qué se puede hacer cuando presencias una tragedia de este tipo? Lo que todo mexicano sabe hacer, tomar una pala, bote, carretilla o cualquier despensa  enlatada de la alacena y correr al lugar del caos para demostrar la solidaridad que nos caracteriza. Pese a la gran magnitud de la tragedia, fue mayor la presencia de gente con hambre de ayudar, los supermercados estaban llenos de mexicanos comprando comida, ropa, cobijas, artículos higiénicos, sin importarles la cantidad que el cajero registrara.

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Los habitantes de otros estados no dudaron en juntar camiones repletos de víveres y voluntarios dispuestos a trabajar sacando escombros por más de 12 horas ininterrumpidas. Efectivamente el llanto no paraba, la agonía mucho menos y la preocupación era latente, pero el esfuerzo, el humanismo y esperanzas por rescatar en el menor tiempo posible a las personas atrapadas en los edificios en ruinas, parecía no tener fin.

 

Había unidad, si los rescatistas pedían silencio no era necesario pedirlo dos veces, más de una ocasión sonaba el himno nacional cada vez que se rescataba a una persona, el cielito lindo sonaba a media noche para aliviar los corazones y demostrarnos entre sí que no estamos solos. Los mexicanos impactaron al mundo por demostrar que la ayuda era tan grande que se pedía a través de redes sociales y en medios de comunicación que los víveres ya habían llegado a su límite.

Efectivamente, se vivía una tragedia y eso nadie lo podrá cambiar, pero México se ganó la admiración del mundo por su enorme corazón y la hospitalidad de su gente, no importa qué tan grande sea la delincuencia, no importa qué tan difícil esté la situación, no importa qué tan grande sea la corrupción de los políticos en nuestro país, cuando ocurre una tragedia, un mexicano no deja solo a otro mexicano.

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